El presidente de la Diputación de Granada, José Entrena, ha afirmado, durante la lectura del manifiesto con motivo de la celebración del Día Internacional de las Mujeres, que la igualdad “comienza en cada uno de nosotros y nosotras, en todas y cada una de las personas que forman parte de la sociedad, de nuestros pueblos”. También ha subrayado que “hoy no es un día de celebración sino de reivindicación y de lucha”.
“Se muestran cambios esperanzadores, pero no son más que el camino emprendido por una sociedad aún lejos de la igualdad real y efectiva”, ha dicho Entrena durante el acto de lectura del manifiesto, que se ha celebrado en el salón de plenos de la sede de la Diputación, y que fue aprobado por todos los grupos de la Corporación provincial, salvo Vox, y consensuado con el resto de diputaciones andaluzas.
Entrena ha estado acompañado por la diputada de Igualdad, Juventud y Administración Electrónica, Mercedes Garzón, y por los los portavoces de los grupos políticos con representación en la institución, Inmaculada Hernández (PP), Francisco Rodríguez Ríos (Ciudadanos), Alejandra Durán (Podemos) y María del Carmen Pérez (IU). También han estado presentes los responsables sindicales de la Diputación, en representación de los trabajadores y trabajadoras.
Este año el manifiesto se centra en poner de relieve que, frente a la “apariencia de igualdad” en la que vivimos, todavía hay muchas situaciones, comportamientos y actitudes discriminatorios, que hacen necesario seguir trabajando para conseguir la igualdad.
Tal y como apunta el texto, estos cambios positivos han provocado que muchas personas crean que la igualdad entre hombres y mujeres está ya conseguida, cuestionando la necesidad de que siga existiendo el Día Internacional de las Mujeres y las políticas de igualdad de género. Por eso el lema es “No me puedo creer que cuestiones el día internacional de las mujeres”.
Sin embargo, expone el manifiesto, siguen existiendo motivos reales por los que seguir reclamando la igualdad. Es el caso de la brecha salarial y la segregación laboral, que mantiene a las mujeres en los trabajos peor remunerados y les dificulta el desarrollo de su carrera profesional; la falta de un reparto equitativo de tareas en el hogar que siguen sin verse como una responsabilidad necesariamente compartida; el desequilibrio en las esferas de poder, ya sean de naturaleza económica, política, cultural, social o deportiva; o la violencia machista, estructural y simbólica, que en los casos más graves llega a acabar con las vidas de las mujeres y la de sus hijas e hijos.
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